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Las escuelas
E
l tema probablemente más lacerante para la población de Zarza
Capilla, tras la edificación del nuevo núcleo, fue el de las escuelas. Al menos, el que mayor incidencia tuvo en la memoria de sus vecinos. Crescenciano Mayoral Rubio, superviviente de la guerra, lo recuerda así:
“Aquí hubo hasta tres años los niños sin escuela. Tres años los niños sin escuela. Porque al hacer las escuelas allí abajo, obligaban a bajar a todos los niños allí. Los padres se opusieron”.
Una época durísima, en plena Dictadura franquista, en la que estando en condiciones muy precarias -sin casa, sin agua y sin luz-, se obligaba a los niños de Zarza Capilla la vieja a que se desplazasen, para ir a la escuela, al nuevo núcleo, a un kilómetro y medio de distancia aproximadamente.
El hecho de que aquel fuera el pueblo del Régimen facilitó que el Ayuntamiento se instalase allí durante el franquismo. Las consecuencias que esto tuvo para los más jóvenes las expone Valentín Sánchez Calvo, maestro jubilado de Zarza Capilla:
“Allí se hace un grupo escolar nuevo, que hoy está derruido. Eran cuatro unidades para niños y cuatro unidades para niñas”.
Fue entonces cuando, sin que hubiera ningún tipo de transporte escolar o comedor, se obligó a los padres a que escolarizasen a los niños en el nuevo centro; quienes se opusieron fueron sancionados. El libro escrito por don José, el maestro del pueblo en los años de la posguerra, recoge en su libro ‘Estado de Capilla’ que hubo niños que estuvieron durante un año y medio sin ir a la escuela, como una forma de presión que ejercieron los padres. La consecuencia de esto fue que se lograron abrir en el núcleo histórico dos unidades escolares para niños y otras dos para niñas.

La escuela de don José
Con el final de la Dictadura y la llegada de la Democracia, más flagrante aún fue que se produjese el mismo proceso a la inversa. Cuando la corporación del Ayuntamiento promovió la construcción de un nuevo colegio en Zarza Capilla de arriba, que se inauguró en el año 1982, ocho niños del nuevo asentamiento dejaron de ir a clase. Esta situación duró un año. Pablo Muñoz, zarceño de abajo, opina: “Preferían ir a Peñalsordo. Pero que eso es como la devolución de la revancha”.
Hubo problemas con la Inspección, quien intervino para aclarar que allí había una escuela y que, por lo tanto, los padres no recibirían autorización para llevar a los niños a Peñalsordo. Aunque, subraya Valentín:
“Verdaderamente, ahí habría tenido que intervenir en aquella fecha el Gobernador Civil denunciando a los padres, porque tenía conocimiento a través del alcalde”.
No hubo solución aquel año. Se tuvo que nombrar a una maestra interina, que impartiera sesiones intensivas, para que los niños fueran capaces de aprobar el curso. En el siguiente período escolar, por suerte, el problema llegó a su fin. La intervención del delegado provincial en el asunto fue clave, pues era inadmisible que todos esos niños estuvieran sin escolarizar por ser ésta una medida de presión que empleaban sus padres.