
Gervasio Sánchez Gil fue concejal del municipio de Zarza Capilla tras las elecciones del año 1977 y 1983. Este pacense de pura cepa, cuyo acento es tan representativo culturalmente de la provincia extremeña, vivió, como miembro del órgano de gobierno zarceño, el traslado del ayuntamiento del pueblo nuevo al viejo, una vez ya instaurada la democracia.
De la guerra, dice, se acuerda de todo. Cuando lanzaron la primera bomba sobre el municipio, su familia y él se encontraban tras el puerto. A partir de ahí, se fueron a Cabeza del Buey, donde estuvieron unos tres días, hasta que los evacuaron y se tuvieron que marchar a Helechal, donde ya permanecieron hasta el final de la contienda. Recuerda todas las caminatas de aquella época, cuando tenían que estar huyendo de un lugar a otro, alejándose de la línea en la que se iba a establecer el nuevo frente y de las bombas que arrasarían su localidad de nacimiento.
"Y todo lo que anduve en la guerra. Pero andando, eh… Parece que teníamos bestias. Y cargábamos con mi abuela, que mi padre era mayor, que la tuvimos poco".
En Helechal, su padre se dedicó a trillar la cosecha durante el mes de noviembre, que estaba sin recoger. Faena que le lleva a recordar, orgulloso, cómo el hecho de que su padre pudiera dedicarse a trabajar permitió que ganaran dinero suficiente como para poder comer “muy bien”.
Una vez que regresaron a Zarza Capilla, concluido el enfrentamiento bélico, fue una de las pocas familias - o tal vez la única - que se podría decir que tuvo algo de suerte. De cuatro casas que tenía su abuela, tan solo una fue derrumbada. Ante lo cual, otra de las entrevistadas, Manuela Sánchez Sánchez, le interpela: “Pues seríais los amos del pueblo, eso te digo”. Gervasio entonces reconoce que, pese a estar muy estrechos porque tuvo que repartirse toda la familia entre estas casas, su abuela tuvo mucha suerte.
En cuanto a la situación de desigualdad entre ambos núcleos de población en plena dictadura franquista, el exconcejal narra cómo el antiguo asentamiento generalmente salía desfavorecido con respecto al nuevo, dado que:
"Antes estaban todos los políticos fuertes, estaban en el pueblo nuevo. El alcalde, Marcial Patarra... Todos los que se hicieron políticos y esos son los que mandaron".
Es entonces cuando sus memorias sobre los días en los que pertenecía al órgano municipal del pueblo salen más expresivamente a la luz. Explica que el traslado del ayuntamiento se organizó cuando Serafín Izquierdo Muñoz era alcalde. Pero que, sin embargo, no se llevó a cabo hasta que asumió esas funciones Germán Muñoz Mayoral. En palabras de Gervasio, el primero dejó de presentarse a una junta del Ayuntamiento y abandonó el cargo. Así pues, cuenta, el día que se realizó el traslado de la institución estaba avisada la Guardia Civil; se preveía que pudiera haber algún conflicto provocado por algún vecino que se negase. Con respecto al motivo que les llevó a querer efectuar esta modificación, declara que:
"A ver, porque había estado aquí antes. Porque se lo dijeron. Por traerlo aquí, que es donde había estado antes el pueblo. Es que antes se lo llevaron a la fuerza. Y cuando se trajo, se trajo ya por su camino".
No obstante, a día de hoy cree que la discordia ya se ha vencido. Él, particularmente, siempre ha tenido amigos que han formado una pandilla, con miembros tanto de arriba como de abajo.