
José Muñoz Sánchez emigró durante prácticamente 30 años. Se marchó de Zarza Capilla en el año 1964 para posteriormente regresar, de forma definitiva, en 1990. Primero se asentó en Barcelona y, más tarde, se instaló en la capital madrileña. De entre el grupo de residentes zarceños, supervivientes de la Guerra Civil que se ofrecieron a participar en la entrevista, es el único del pueblo de abajo.
Durante la contienda, su familia salió de la localidad ante las ofensivas y contraataques - por parte de ambos bandos - en las estribaciones del municipio. Se marcharon por la zona del valle que lleva a Peñalsordo. Es llamativo que no se muestre muy inclinado a hablar acerca de lo que vivió tras el fin de la guerra. Recuerda que, cuando regresaron a Zarza Capilla, vio que la casa en la que él había nacido estaba prácticamente en pie. Pero entonces, según sus palabras, “pasaron cosas”. Describe que quienes pudieron levantaron sus casas; pero que ellos, en concreto, tuvieron que irse al nuevo núcleo que construyeron abajo.
Del conflicto en sí, opina que mezclar a españoles con otros españoles en combate no es una buena estrategia.
"Español con español puede ser una guerra malísima".
Respecto a la vida en Zarza Capilla la nueva, José narra que durante los primeros años su familia vivió en las cuadras. Al principio, según relata, todo eran cuadras. Estaban divididas en tres apartamentos: en uno se encontraban las mulas, en el del medio estaba situada la cocina y en el tercero tenían a los cerdos. Mientras tanto, las casas nuevas, que sí contaban con muy buenos corrales, se iban construyendo de forma desmesuradamente lenta. De hecho, las últimas viviendas se entregaron en el año 1955, más de 15 años después desde que terminase la contienda.
Señala que, para vivir hoy en día, es mejor el nuevo núcleo de población, puesto que el terreno está más llano. Pero eso no quita que, en su opinión, fuera un error cómo se hicieron las cosas. Considera que deberían haber hecho el pueblo nuevo más deprisa y con capacidad suficiente para que cupiese toda la población.
"O hacerlo aquí todo junto. Eso está a un kilómetro, kilómetro y medio. Yo mismo soy de abajo y vengo aquí ahora".
Pese a ello, se esfuerza en recalcar que hoy en día ya no existe tal “guerrilla”. Aunque no se olvida de una perversa anécdota que sufrió en carnes propias.
"Todavía hay algunas cosquillas entre los de abajo y los de arriba. Como mi mujer que estuvo aquí, como estoy yo, antes, y le dijo una que no voy a mentar quién es: “Tú lo que tienes que hacer es irte a tu pueblo”. Tú para que te des cuenta".